Instalación digital saboteada en Berlín (Alemania)

Este artículo fue publicado originalmente por Indymedia con el título Shut down the power! Digitale Zurichtung sabotiert bajo la licencia CC BY-SA 3.0 DE.

Shut down the power! Infraestructura digital saboteada

Le dimos rechazo a la llamada Corona-App y pasamos a la acción. Hoy hemos prendido fuego a un túnel con cables de comunicación que dan servicio al Heinrich-Herz-Institut, entre otros. Dicen que con nuestro ataque han sido destruidos los cables de red de Colt, Telekom y otros proveedores. El Heinrich-Hertz-Institut (HHI) era el objetivo de nuestro ataque. Identificamos el túnel abierto en el que se están instalando nuevos cables como proveedores del HHI. La breve desconexión afectó también a otras empresas locales, como concesionarios de los asesinos climáticos VW [Volkswagen], Alfa Romeo, Jeep, Mercedes, Audi, Porsche, etc. Hemos descartado poner en peligro la vida humana con nuestra acción.

Por qué hemos saboteado políticamente el uso de la aplicación

Los decretos contra la pandemia traen el toque de queda, la prohibición de contactos y otras injerencias, cuya velocidad de implantación e implementación no tienen precedentes en la República Federal. A estas injerencias las acompaña una y otra vez un lenguaje de guerra. El modelo para estas «reglas» es la gestión del Virus de China. China, una dictadura patriarcal que vigila cada movimiento de la gente, controla y castiga las violaciones de las «reglas» establecidas por la élite comunista-capitalista. El aislamiento de metrópolis solo puede realizarse en un sistema totalitario tan eficiente, una medida de lo que es posible. China, con su toque de queda de 60 días (p. ej., en Wuhan) y el control total de las personas se ha convertido en el modelo de la (supuesta) contención de la pandemia para gobiernos de casi todo el mundo. A principios de enero estas medidas eran todavía criticadas como totalitarias y enemigas de los derechos humanos. Ahora son transferidas de forma modificada a otras partes del globo.

Totalmente en este sentido ha sugerido varias veces Jens Spahn [ministro de salud de la Republica Federal de Alemania] el rastreo del teléfono móvil, el rastreo de datos de cada persona para poder encontrar y aislar a los infectados y a los posibles nuevos infectados. Se ha mantenido a al menos dos metros del criticismo de expertos en derecho constitucional y defensores y defensoras de la privacidad. Ha copiado la geolocalización absoluta del perfil de movimiento de cada persona de China y Corea del Sur. El presidente del parlamento austriaco abogó también por la introducción obligatoria de una aplicación similar. En este país también se hicieron las mismas exigencias. Ya las discusiones son calculadas formas de romper tabús con el resultado de que se facilita la aceptación del creciente potencial de vigilancia de nuevas tecnologías y, si es necesario, que sean controladas de forma autoritaria si no funciona «voluntariamente».

En China la aplicación de Ant Financial se utiliza durante controles policiales. El código QR personal decide sobre las compras en el supermercado y sobre ir a pasear. Si el código QR es rojo o amarillo, las instrucciones son dadas por las autoridades. Esta aplicación de pago decide de forma opaca sobre la «carga del coronavirus». Corea del Sur aún no ha impuesto un toque de queda. Todas las personas «pueden» continuar trabajando hasta que el teléfono inteligente las identifique como «infectadas» o «sospechosas» y se ordene el acceso estatal. Actualmente el gobierno está obligando a la gente en Corea del Sur a proporcionarle sus datos del móvil y su acceso. El rastreo de datos en Corea del Sur se ha probado con el programa Total Information Awareness, el cual la NSA siguió operando como Prism, como reveló Ed. Snowden. En los EE. UU. Google y Apple quieren distribuir una aplicación para el coronavirus de forma automática como un componente del sistema operativo con una actualización.

El sistema de rastreo de datos se establecerá pronto en Alemania en la forma de una aplicación instalada. La propaganda de esta aplicación ya funciona a toda velocidad. Los políticos harán una publicidad masiva de ella, porque en la opinión del público solo la aceptación general promete los efectos deseados. Superficialmente, el uso de la aplicación suena razonable. Durante la introducción se basa (inicialmente) en la voluntariedad para evitar la flagrante anticonstitucionalidad; puesto que los contactos (es decir, infectados y no infectados y su entorno) pueden ser espiados. Pero del mismo modo que el envío de los perfiles de movimiento (supuestamente) anonimizados mediante proveedores de teléfono, en el que las personas afectadas ya ni tienen oportunidad de dar su consentimiento o rechazo, se puede asumir que las opciones de monitorización contenidas en la aplicación se convertirán rápidamente en un estándar obligatorio una vez que hayan sido adoptadas de forma «voluntaria» por una masa crítica: quien quiera ir a la biblioteca debe tener la aplicación —visitar la biblioteca es voluntario—. Puesto que el código fuente del programa no es abierto, es imposible comprobar si la propaganda para el uso de la aplicación corresponde con la realidad, o quién más puede usar los datos; y si hay alguna posibilidad para el rastreo de datos. Una simple actualización sería posible en cualquier momento. En esta aplicación trabaja actualmente el Heinrich-Herz-Institut y la Oficina Federal para la Seguridad de la Información y el ejército alemán, entre otros.

Se regulará

Apenas se puede procesar la velocidad de los cambios diarios. No es por nada que la lucha contra la pandemia se fundamenta en una retórica de guerra deliberadamente elegida. Pues una guerra es siempre también un ataque social hacia dentro para dirigir a la «comunidad nacional» o —y esto es nuevo en el caso del coronavirus— la comunidad global hacia los intereses de la clase dominante. No hay una conspiración detrás de esto; es la dinámica constante de la clase dominante, que durante siglos no ha podido romperse mediante una revolución integral de la liberación de las formas de toda dominación. El esquema no es nuevo: las crisis se usan siempre como catalizadores de regulaciones represivas de la población, a no ser que una fuerza revolucionaria siente otros precedentes. En vista de la pandemia se pondrá en marcha una maquinaria de seguridad interna, que viva de la participación de todos y todas. Para muchas personas los propios algoritmos empresariales detrás de las aplicaciones ya regulan sus rutinas diarias y son los acompañantes constantes. Ahora en tiempos del coronavirus es, pues, el tiempo de limitarse, de distanciarse socialmente, de observarse a sí mismo (y a otras personas) en los contactos —y después en algún momento hacerlo fácil con la aplicación—. Incluido el sentimiento positivo y de responsabilidad, has hecho algo por la seguridad de todos.

Aparecen nuevas palabras tabú

Con la «guerra contra el virus» también el lenguaje y el pensamiento están cambiando. De repente hay gente «relevante para el sistema», «grupos de riesgo» que se deberían aislar. La «distancia social» es la nueva salvación para proteger a los «grupos de riesgo» y a la gente «relevante para el sistema», los «héroes del día a día». Los últimos, el personal de enfermería, los empleados y empleadas de supermercados, conductores y conductores de camiones, etc., se convierten en los héroes del «frente» en vez de pagarles decentemente —mientras los jefes continúan recibiendo bonificaciones y consiguen billones para sus empresas—. El concepto militar-sanitario de «triaje» está avanzando a la esfera pública, la ordenación sistemática de personas: a quién hay que salvar y para quién ya no «merece la pena», quién debe ser abandonado en el «campo de batalla del virus». No es el virus el que lleva a la crisis, sino un sistema de sanidad privatizado y orientado al beneficio que lleva al lamentable estado de emergencia en hospitales y geriátricos (en España, Italia y quizá aquí también).

El hecho de que cada persona se enfrenta a la muerte sin protección, especialmente cuando aparece como un virus invisible, y como nueva pandemia no se puede evaluar nada, crea miedos. Estos miedos no son una tontería. Ni hay que exagerar estos miedos, ni dejar que se vuelvan algo extraordinario, pues todos moriremos un día. Sin embargo, esta pandemia está instrumentalizando los miedos ancestrales a la muerte. «Se juega» con estos miedos. No son las políticas de privatización en el sistema de salud lo que se cuestiona, sino si no guardas una distancia adecuada de cada persona; si sigues las normas. Estas normas son monitorizadas (y en parte también castigadas). Y promueven una de las virtudes más alemanas en todos lados: la tendencia a denunciar. En los círculos intelectuales se lanza la acusación de que se uno o una no tiene solidaridad si no sigue las reglas. Si no sigues estas normas, tienes la culpa de que la gente muera. Con la referencia a los «grupos de riesgo» se reprimen otras objeciones. Los «grupos de riesgo» se vuelven un factor de chantaje moral para llevar a cabo las reglas estatales y políticas entre amigos/as sin que te lo cuestiones. La higiene médica se acompaña de una higiene social que apenas permite el pensamiento y el debate sucio, resistente.

Por ello es probable

Nuestra acción será calificada de insolidaria por aquellos que se vuelven esbirros de nuevas técnicas de dominación estatal y un ataque social tecnológico —quizá sin ni siquiera quererlo—. Nuestra declaración será ignorada, sujeta a un bloqueo comunicativo o declarada confusa.

Permanecemos al margen solidariamente

No estamos tomando está arriesgada acción para ganar la aprobación general, para esta las disputas son demasiado polarizadas para nuestra desventaja en el sentido contrarrevolucionario. Sabemos de la aprobación de una parte de la sociedad. Estamos del lado de quienes no están preparados para la destrucción de una parte de la sociedad. Estamos del lado de los refugiados en las fronteras y en los campamentos. Estamos del lado de quienes reconocen o contraatacan la instrumentalización de la pandemia y de los miedos. Estamos del lado de quienes se preocupan por el rastreo masivo.

Cómo sucede la transformación digital

Vemos la digitalización de nuestra vida diaria, la que se expande inevitablemente por la prohibición de salida y de contacto y la que parece desconocer alternativas analógicas, como una transformación digital de la sociedad. A primera vista es la única oportunidad para las personas aisladas de mantenerse en contacto entre sí. Pero el espacio en el que se lleva a cabo no es neutral. Está controlado y monitorizado. Los sujetos sociales, las personas, se convierten en figuras virtuales, que los algoritmos descomponen en conjuntos de datos y juzgan según a criterios secretos, dirigen la publicidad, señalan y denuncian la mala conducta, y premian la sumisión. «Distanciamiento social» o «distancia es decencia» son términos, como si hubieran sido prestados de Brave new world de Huxley o 1984 de Orwell. Al descubierto son términos de lucha que la inmersión en el mundo virtual nos asigna como una acción social integral. Se pretende un «nosotros», y la Red se ofrece al «nosotros» como el nuevo lugar de encuentro social y el mundo del trabajo —por ende se consolidará más el aislamiento social ya en curso—. Aquí es donde se forma la actual y futura controlabilidad de sociedades enteras por la Red.

El comercio en línea, las lecciones escolares digitales, seminarios en línea en universidades, conferencias de vídeo, oficina en casa, archivos electrónicos de pacientes, Amazon, Zalando, Netflix, Lieferando, pagos por tarjeta, portales de citas, emisiones en continuo, videojuegos, etc., son prerrequisitos para esto. Aquí es donde se está reestructurando la sociedad. Aquí tiene lugar la habituación, aquí cambia la sociedad a un ritmo cuyo precio —la posibilidad la manipulación y así la dominación total— se nos hará claro en todos sus detalles en los años venideros. Se está construyendo actualmente un nuevo, en concreto higiénico «nosotros» (nacional) para llevar a cabo todo tipo de medidas contra las que había reservas y resistencia en el pasado, como la digitalización en las escuelas, las tarjetas de seguro sanitario de cristal y los archivos de pacientes, o los pagos en línea y la desaparición del dinero en efectivo.

Deutsche Telekom proporciona, de forma totalmente desinteresada, «servicios web de conferencias» basados en la nube para estudiantes y profesores libre de coste. Ofertas similares también hay disponibles para empresas y sus necesidades de la oficina en casa. Y para el tiempo de ocio de los pequeños hay un nuevo servicio de emisiones en continuo de Disney. Y además unos 10 gigabytes adicionales para navegar por Internet en el móvil, gratis por el momento. Mientras que Telekom difunde «Conectamos Alemania», el grito de batalla de Vodafone es «Alemania permanece conectada». El abanico de servicios no difiere significativamente. Pero Alemania y la red digital —eso crea cohesión—. El coronavirus, un golpe de suerte para los operadores de red: nueva demanda de más velocidad, amplitud, más. Con las ofertas actuales, se ata a clientes futuros y se generan todavía más datos, a los que las empresas y los servicios secretos acceden por igual. Vodafone trabaja estrechamente con el servicio secreto británico, que a su vez es el mayor aliado de la estadounidense NSA. Puesto que la gente pasa más tiempo en la Red con contactos sociales, trabajo y entretenimiento, es esto una celebración para los servicios y las empresas. Un mayor acceso a la vida social no es posible. ¡Cuánto más en términos de beneficios, cuánto más en términos de monitorización y control de nuestro comportamiento adquisitivo, modos de vida deseados, de detección temprana de revueltas puede derivarse de estos datos!

Por último desde las revelaciones de Snowden sobre la vigilancia masiva del NSA de los estados y grupos hasta las afirmaciones digitales individuales es conocido. Cualquier posibilidad técnica de rastreo digital y control de comportamiento se usa también. En China, en los Estados Unidos, en Rusia y también en Alemania. La aplicación del coronavirus es la puerta de entrada. El escenario de que al menos el 60 por ciento de la población alemana debe ser «voluntariamente» condicionada a una aplicación, a un estándar, a una intención, a un cacheo «voluntario» de todos sus contactos públicos y privados —esto requiere nuestro sabotaje directo—.

Lo que aún queda por decir

Actualmente estamos experimentando un ejercicio de guerra civil mundial para futuras crisis y situaciones de guerra. Las consecuencias de este «ejercicio» cambiarán el mundo. La gravedad de la pandemia, su propagación y la masa de personas que mueren son la matriz sobre la que se nos introduce en una nueva era de crisis como un estado permanente. En caso de duda, no cuentan ni los derechos básicos del país en cuestión (que nunca se han aplicado a todo el mundo) ni los derechos humanos. Mientras se imponen prohibiciones de contacto y toques de queda, se mantiene la obligación de realizar trabajo remunerado y se deja a la discreción de los empresarios si continúan trabajando como antes, si obtienen un trabajo subvencionado de corta duración o si cambian la producción a métodos más rentables. En otros lugares, al menos las huelgas estallaron. En este país, el control de la pandemia termina en las puertas de las fábricas. En la línea de montaje y en otros lugares, donde no es posible la oficina en casa, la gente debe trabajar siempre que sirva para maximizar los beneficios y luego volver rápidamente a los panales de su familia, los sindicatos no escucharán nada más. Si bien las mercancías deben seguir circulando libremente y los trabajadores y trabajadoras migrantes de Europa oriental deben llegar a tiempo para que la economía no se derrumbe, los fugitivos se mantienen en campamentos, campamentos que garantizan la rápida propagación del virus y no aseguran una atención sanitaria adecuada.

Una crisis no solo reemplaza a la siguiente, sino que hace que los problemas desaparezcan. La crisis climática desaparece detrás del coronavirus. Las guerras y sus consecuencias también desaparecen. Y las razones de las guerras en cualquier caso. No está claro dónde terminaron las 10 000 personas que quedaron atrapadas en la frontera entre Turquía y Grecia. La UE, que está convirtiendo cada vez más estas fronteras en franjas de muerte, permanece impune. La preparación de pogromos en Hungría contra los romaníes y los sintis por parte de Orban y la derecha tampoco se observa. No hay reacción al uso del virus para establecer gobiernos autoritarios en contra de la constitución, como en Polonia. O la retención del poder por el corrupto presidente israelí. O para la consolidación del poder de Putin. A más tardar ahora debería reconocerse cuándo el gobierno y la economía confían en los expertos y la ciencia y cuándo no. ¿Por qué una pandemia puede desencadenar un programa de emergencia y medidas drásticas en todo el mundo, pero no el colapso del clima que ya está ocurriendo? Esta pregunta es transferible a todos los problemas globales.

En el caso de la destrucción del clima, que afecta a toda la humanidad al menos tanto como la pandemia, las advertencias y propuestas de los expertos han sido y serán en gran medida ignoradas. Porque una vacuna no es suficiente para combatir las consecuencias de la alteración del clima. El coronavirus es bastante diferente: no solo los expertos en salud encuentran oídos abiertos, sino que su enfoque médico para combatir la pandemia abre un nuevo campo de acción para los políticos. Se está salvando una economía asesina, un sistema mundial bélico y una orientación hacia el progreso y el crecimiento que tiene como objetivo destruir la tierra y la base de toda la vida con billones de dólares y euros, mientras que las protestas contra esto están siendo prohibidas por las autoridades sanitarias. Es el principio colonial según el cual se atribuyen diferentes valores a la vida humana. Cada año 100 000 personas mueren de malaria. El cambio climático ya está matando: cientos de millones de personas están muriendo de malnutrición o de hambre. Miles de millones de personas no tienen acceso a agua potable.

En esta nueva época, las fuerzas que quieren un cambio fundamental deben reorientarse y reposicionarse internacionalmente. Una agitación y superación de los comportamientos patriarcales, coloniales y capitalistas no es una cuestión de lujo, sino existencial.

Nunca nos acostumbraremos a lo que deberíamos acostumbrarnos

Volcano Group Shut Down the Power / Sabotage Digital Infrastructure

P.S.: Por un primero de mayo contra el colonialismo, el patriarcado y el nacionalismo.

Escribir cualquier carácter con el teclado en GNU/Linux, rápido

Por tu trabajo o lo que sea tienes que escribir algunas veces caracteres que no encuentras dibujados en el teclado (¹, «, —, ä, ĉ, ß, ¢, etc.) o tienes alguna tecla rota. ¿Qué haces?

  1. Buscar el carácter en Internet, copiarlo y pegarlo.
  2. Usar funciones del editor de texto para insertar caracteres especiales.
  3. Buscar el código de Unicode en Internet e introducirlo con la combinación de teclas de tu sistema operativo1.
  4. Aprender cómo se escriben esos caracteres raros usando combinaciones de teclado fáciles de recordar y recurrir a ellas en el futuro.

Si tu respuesta es la 1, la 2 o la 3, deberías seguir leyendo; la mejor solución es la 4 si ya has tenido varias veces la necesidad de introducir caracteres extraños.

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Numerar líneas de poema, cada verso y cada 5 versos

Pocas veces están ya numerados los versos de los poemas que encontramos en Internet. Para la lectura no es necesaria la numeración, pero cuando se realizan análisis y comentarios de un poema largo, esta resulta muy útil. En este artículo enseño cómo numerar un archivo de texto (en el que se supone que habremos pegado el poema copiado de Internet).

Como archivo de ejemplo uso la Canción del pirata. Si queremos numerar todas sus líneas, basta con ejecutar la siguiente instrucción:

$ nl Canción-del-pirata.txt

Este es el resultado:

     1  Con diez cañones por banda,
     2  viento en popa, á toda vela,
     3  no corta el mar, sino vuela,
     4  mi velero bergantín:
     5  Bajel pirata que llaman,
     6  por su bravura, el Temido,
     7  en todo mar conocido,
     8  del uno al otro confin.

     9  La luna en el mar riela,
 [...]
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El Gobierno de España promete liberar el programa Autoevaluación COVID-19

Ha lanzado recientemente el Gobierno de España una página web y una aplicación para el autodiagnóstico del COVID-19, software privativo, al menos por ahora. Dicen:

Nuestra intención es liberar el código fuente para que otros organismos oficiales puedan implementar sus propias versiones de la aplicación, cada uno adaptando la herramienta a su protocolo sanitario de autoevaluación y triaje, asegurando la accesibilidad y la igualdad de oportunidades poniendo tecnología al servicio de la lucha contra la pandemia.

Según he visto, parte del código de la página enlaza a librerías externas que se encuentran en servidores de Google. El código que se carga, aunque pertenece a una librería libre llamada Web Font Loader, está ofuscado.

Ya que tienen un correo de contacto, les he hecho llegar el siguiente mensaje con el asunto «Sugerencia de seguridad y cuestiones»:

Le he echado un vistazo al código de la página principal. No se debería ejecutar código de servidores externos, sino alojarlo todo en el propio servidor. Hablo de recursos externos como https://ajax.googleapis.com/ajax/libs/webfont/1.6.26/webfont.js, que debería ser alojado en un servidor bajo el control del Gobierno de España, no en el de una empresa de EE. UU., si es que se toman la seguridad en serio. Si no, desde el servidor de Google pueden cambiar el código en cualquier momento.

A propósito, ¿cuánto dinero público se ha invertido para el desarrollo, de esta aplicación y página web? ¿Y en los otros proyectos redundantes de las demás Comunidades Autónomas? ¿Dónde se publicará el código fuente? ¿Por qué no se ha hecho aún?

Como mencioné en un artículo anterior, esta aplicación no ofrece nada nuevo: toda la información sobre el COVID-19 se encuentra fácilmente en Internet.

Las palabras en relación a la privacidad en este caso son más bonitas que las de la aplicación de la Comunidad de Madrid, que daba a empresas privadas datos públicos de salud:

el único responsable de los datos es el Ministerio de Sanidad