TikTok: ¿por qué esa mierda tiene tanto éxito?

Imagínate una droga que aumenta tu estrés, tu ansiedad y que te deja agotado mentalmente; una droga que no solo engancha, sino que todos los días te deja sin energía. ¿Quién usaría esa droga? Casi todo el mundo. Esa droga se llama TikTok.

¿Te sientes solo? No te preocupes, en la comunidad de Tendencias y de desafíos tendrás «amigos» deseando verte actuando como un retrasado o haciendo el ridículo con un baile que da vergüenza ajena.

Adolescentes, niños y adultos hacen el imbécil por aprobación social. Pero eso no le hace daño a nadie, ¿no? Hay desafíos como echarse lejía en los ojos para ver si cambian de color, maquillarse con moho de naranja, hacer la zancadilla a alguien mientras salta en el aire, como en el siguiente vídeo:

Han muerto personas realizando retos estúpidos. ¿Quién tiene la culpa? TikTok no te obliga a usar la plataforma, pero en un mundo extremamente estresante que provoca ansiedad y una sobredosis de dopamina, con gente desesperada por tener aprobación social, hay gente que se refugia en un ambiente tóxico. Hay quienes sienten la necesidad de demostrar a otras personas que son felices, que tienen una vida fantástica... La realidad es bastante diferente.

Ante conflictos familiares, problemas en la escuela o el trabajo, las personas se refugian en TikTok, que a primera vista no parece una droga, para olvidarse de sus problemas. Sin embargo, TikTok actúa en la vía mesolímbica, activando el sistema de recompensa cerebral. Si ver vídeos estúpidos hace que te olvides de tus problemas y además te da placer, vas a ver vídeos estúpidos, y tu cerebro va a querer hacerlo de nuevo, así que ves otro vídeo y tu cerebro libera dopamina. Con el tiempo, el sistema dopaminérgico se va adaptando: al principio te va a bastar con ver un vídeo, pero luego necesitas ver dos, tres, cuatro... Para llegar al mismo nivel de placer que al principio vas a tener que ver más y más vídeos.

Por otro lado, los comportamientos que aumentan la dopamina de forma saludable, como hacer deporte y comer sano, resultan tediosos. Estas actividades no se pueden comparar a lo que ofrecen las grandes empresas, que liberan al máximo tu dopamina sin apenas esfuerzo por tu parte, hasta que acabas con sobrepeso, exhausto...

Con redes sociales como TikTok no hace falta que elijas lo que quieres ver, pues el algoritmo elige por ti el tipo de mierda que te gusta, dándotelo sin que tengas que mover un dedo. Lo hace de forma gratuita porque tú eres el producto: su negocio consiste en mantenerte enganchado delante de la pantalla para que veas el máximo número de anuncios posible. ¿Cómo hacen eso? Cambiando gradualmente tus comportamientos y tu forma de pensar, en otras palabras, volviéndote dependiente sin que te des cuenta. No puedes ver cómo funciona el algoritmo que ha sido hiperoptimizado para engancharte, pero puedes ver el siguiente vídeo y hacer cosas que inciten a otras personas a pasar más tiempo en la plataforma, como comentar y darle a «me gusta». Eres un usado, no un usuario.

Por eso te has pasado días enteros sin hacer prácticamente nada y siempre estás tan cansado, aburrido, desanimado, estresado, triste, desmotivado, irritado, debilitado... enganchado.

¿Es TikTok quien está volviendo a las personas enfermas? TikTok es un reflejo de nuestra sociedad, una sociedad enferma, engañada con la falsa felicidad de las redes sociales, harta del mundo. Las redes sociales saben muchas cosas de ti, pero tú no sabes nada de ellas, porque son programas privativos. Existen redes sociales libres, pero también pueden ser bastante tóxicas.

Para salir de la adicción puedes probar la desintoxicación de dopamina, es decir, reducir el uso de redes sociales y practicar actividades que supongan un esfuerzo y no te den un placer inmediato. Para que resulte más fácil se puede hacer de forma gradual.

Claro, las redes sociales también pueden resultar útiles, pero deben usarse con moderación. Lo ideal sería que fueran libres y respetuosas con la privacidad. No deben fomentar una adicción, que es precisamente lo que TikTok, Instagram, YouTube y otras redes sociales hacen.

Los estúpidos códigos QR en restaurantes

Antes era común ir a un restaurante, ojear el menú y pedir: así de simple. Ahora en muchos sitios ya ni tienen un menú físico; asumen que el cliente tiene un móvil «inteligente» y conexión a Internet. Si se cumple el caso, se espera que el cliente use la cámara de fotos y escanee el código QR, que le lleva a una página web que no respeta la privacidad, suele tardar tiempo en cargar y, en muchos casos, es poco intuitiva.

Es ineficiente, contamina más

Cargar una página web con imágenes en un servidor remoto, por cada cliente, es contaminante. Con un menú físico, no se gasta electricidad, la gente puede reutilizar el menú indefinidamente... Si no hay Internet o no tienes batería, ¿cómo consultas el menú con el QR?

Sin privacidad

Cuando visitamos una página web dejamos una huella digital. Si usamos los códigos QR para consultar el menú, hay empresas, gobiernos, etc., que pueden saber que a tal hora concreta hemos consultado el menú de un restaurante concreto.

Los clientes también pierden su privacidad cuando pagan con tarjeta en vez de usar dinero en efectivo, pero eso es otro tema.

Menú con QR, no gracias

Mejor sin QR

No tengo un móvil «inteligente» ni me gustan los restaurantes. Si como en un restaurante, pido el menú físico. Si no me lo dan, me lo tienen que decir, porque no tengo manera de ver el código QR. La mayoría de la comida de los restaurantes es insana, los trabajadores suelen estar explotados, se desperdicia mucha comida, hay pocas opciones veganas, etc. La industria de la hostelería tiene muchos problemas. El uso del código QR para los menús es solo un paso más en la dirección errónea, pero muy fácil de combatir negándose a usar un móvil «inteligente» para escanear un estúpido código QR.

GitHub Copilot y el blanqueo de código abierto

Este artículo es una traducción del artículo «GitHub Copilot and open source laundering» publicado por Drew Devault bajo la licencia CC BY-SA 2.0.

Aviso: soy el fundador de una empresa que compite con GitHub. También soy un desarrollador de y defensor desde hace mucho tiempo del software libre, con un amplio conocimiento de las licencias y la filosofía del software libre. No voy a nombrar a mi empresa en esta publicación para reducir el alcance de mi conflicto de interés.

Hemos visto una explosión del aprendizaje automático en la última década, junto a la explosión en la popularidad del software libre. Al mismo tiempo que el software libre ha dominado el software y ha encontrado su lugar en casi todos los nuevos productos de software, el aprendizaje automático ha aumentado dramáticamente en sofisticación, facilitando interacciones más naturales entre humanos y ordenadores. Sin embargo, pese a su auge paralelo en la computación, estos dos dominios permanecen filosóficamente distantes.

Aunque algunas empresas llamadas con nombres osados podrían sugerir lo contrario, el área del aprendizaje automático no ha disfrutado de casi ninguna de las libertades promovidas por el movimiento del software libre y de código abierto. Gran parte del código con relación con el aprendizaje natural está disponible públicamente, y hay muchos artículos de acceso abierto disponibles para que los lea cualquiera. Continúa leyendo GitHub Copilot y el blanqueo de código abierto

El Fediverso puede ser bastante tóxico

Mastodon, inspirado en GNU social, junto con Pleroma, son los componentes más populares de lo que hoy conocemos como «Fediverso». Todos ellos son, en esencia, clones federados libres de Twitter, interoperables entre sí mediante el protocolo ActivityPub.

En muchos aspectos, el Fediverso es una fuerza liberadora para el bien. Su diseño federado distribuye la gobernanza y los costes entre muchas entidades independientes, algo que considero una elección de diseño muy potente. Sus herramientas de moderación también hacen un buen trabajo para mantener a los neonazis fuera de publicaciones que ves y proporcionar un espacio cómodo para expresarte, especialmente si tu forma de expresión es denostada por la sociedad. Grandes grupos de miembros del Fediverso han encontrado en ella un hogar para expresarse que se les niega en otros lugares por su sexualidad, expresión de género, política u otras características. Además, está totalmente libre de propaganda comercial.

Pero sigue siendo un clon de Twitter, y muchos de los males sociales y psicológicos que conlleva están presentes en el Fediverso. Es una fuente de pensamientos aleatorios de otras personas, a menudo sin filtrar, que se te presentan sin juicio de valor —incluso cuando un juicio de valor puede ser sabio—. Funcionalidades como dar un impulso o dar a «me gusta» en las publicaciones, ir tras el número de seguidores y pequeños influentes, estas cosas refuerzan la dopamina como lo hace cualquier otra red social. El aumento del límite de caracteres no ayuda nada; la mayoría de las publicaciones son bastante cortas y nadie quiere leer un ensayo agresivamente envuelto en palabras en una columna estrecha.

El Fediverso es un entorno optimizado para las discusiones acaloradas. Las discusiones en este medio se llevan a cabo bajo estas restricciones, en público, con el público de los pocos seguidores de ambos lados entrando y saliendo para reforzar su posición y atacar a los oponentes. Los avances se miden en ganancias de territorio ideológico y en las subidas y bajadas de los participantes que salpican sus comentarios a lo largo de enormes hilos. No te limitas a argumentar tu posición, sino que la interpretas ante tu audiencia y la de tu oponente.

Las redes sociales no son buenas para ti. El Fediverso sacó lo peor de mí, y también puede sacar lo peor de ti. Los comportamientos que fomenta se definen claramente como acoso, un comportamiento que no es exclusivo de ninguna condición ideológica. La gente sale herida del Fediverso. Tenlo en cuenta. Considera la posibilidad de mirarte al espejo y preguntarte si tu relación con la plataforma es saludable para ti y para la gente que te rodea.

Este artículo es una traducción del artículo «The Fediverse can be pretty toxic» publicado por Drew Devault bajo la licencia CC BY-SA 2.0.

Manifiesto por la guerrilla del acceso abierto

La información es poder. Pero como todo poder, hay quienes quieren preservarlo solo para ellos. Todo el patrimonio cultural y científico del mundo, publicado durante siglos en libros y publicaciones, está siendo digitalizado y cerrado por un puñado de empresas privadas. ¿Quieres leer publicaciones que presentan los resultados científicos más conocidos? Tendrás que enviarle un montón de dinero a editoriales como Reed Elsevier.

Hay quienes luchan por cambiar esto. El movimiento por el acceso abierto ha luchado valientemente para asegurarse de que los científicos no cedan su derecho de autor, sino que en su lugar se aseguren de que su trabajo se publique en Internet, bajo términos que permitan su acceso a cualquiera. Pero incluso en los mejores escenarios, su trabajo solo servirá para cosas que se publiquen en el futuro. Todo lo que existe hasta este momento se habrá perdido.

Ese es un precio muy alto por el que pagar. ¿Obligar a los académicos a pagar dinero para leer el trabajo de sus colegas? ¿Escanear bibliotecas enteras y solo permitir leerlas a la gente en Google? ¿Proporcionar artículos científicos a quienes están en universidades selectas en el primer mundo y no a los niños del sur global? Es indignante e inaceptable.

«Estoy de acuerdo», dicen muchos, «¿pero qué podemos hacer? Las empresas tienen los derechos de autor, ganan enormes cantidades de dinero cobrando por el acceso, y es completamente legal —no hay nada que podamos hacer para detenerlas—». Pero sí hay algo que podemos hacer, algo que ya se está haciendo: podemos contraatacar.

Vosotros con acceso a estos recursos —estudiantes, bibliotecarios, científicos—, os han dado un privilegio. Podéis alimentaros de este banquete del conocimiento mientras el resto del mundo no puede entrar. Pero no es necesario —de hecho, moralmente no podéis— que mantengáis este privilegio solo para vosotros. Tenéis el deber de compartirlo con el mundo. Y lo habéis hecho: intercambiando contraseñas con colegas, rellenando solicitudes de descarga para amigos.

Mientras tanto, quienes han sido bloqueados no están de brazos cruzados. Os habéis colado por agujeros sigilosamente y habéis trepando vallas, liberando la información encerrada por las editoriales y compartiéndola con vuestros amigos.

Pero todas estas acciones se llevan a cabo en la oscura y oculta clandestinidad. Las llaman robo o piratería, como si compartir la riqueza del conocimiento fuera el equivalente moral de saquear un barco y asesinar a su tripulación. Pero compartir no es inmoral —es un imperativo moral—. Solo quienes están cegados por la codicia se negarían a que un amigo hiciera una copia.

Las grandes empresas, por supuesto, están cegadas por la codicia. Las leyes bajo las que operan lo exigen —sus accionistas se rebelarían por menos que eso—. Y los políticos a los que han sobornado las respaldan, aprobando leyes que les dan el poder exclusivo de decidir quién puede hacer copias.

No hay justicia en el cumplimiento de leyes injustas. Es hora de salir a la luz y, siguiendo la noble tradición de la desobediencia civil, declarar nuestra oposición a este robo privado de la cultura pública.

Necesitamos tomar la información, dondequiera que esté guardada, hacer nuestras copias y compartirlas con el mundo. Necesitamos tomar las cosas que están libres del derecho de autor y añadirlas a este archivo. Necesitamos comprar bases de datos secretas y ponerlas en la Red. Necesitamos descargar revistas científicas y subirlas a redes de intercambio de archivos. Necesitamos pelear por el acceso abierto de guerrilla.

Con suficientes de nosotros, alrededor del mundo, no solo enviaremos un mensaje fuerte que se oponga a la privatización del conocimiento; haremos que sea una cosa del pasado. ¿Te unes a nosotros?

Aaron Swartz

Julio de 2008, Eremo, Italia