No más celulares a partir de ahora

Este artículo es una traducción del inglés del artículo «No Cellphones Beyond This Point» publicado por Alyssa Rosenzweig bajo la licencia CC BY-SA 4.0.

Me niego a llevar un celular —para mis confusos amigos en nuestra sociedad obsesionada con la tecnología—, aquí explico por qué. Algunos de vosotros ya me habéis preguntado cuál es mi número para enviarme mensajes. Quizá eras un profesor en una de mis clases pidiéndome que ejecutara algún software privativo en clase. Puede que fueras un familiar, preocupado de que en una situación insegura no fuera capaz de llamar para pedir ayuda.

Hay cuatro capas de razonamiento detrás de mi negativa a tener un celular, a pesar de ser una usuaria activa de Internet. En orden de menor a mayor importancia:

Primero, la electrónica de los celulares es incómoda para mí. Gran parte de mi tiempo frente al ordenador lo empleo en la escritura, la programación y el arte; para mí estas tareas requieren teclados de tamaño completo o tabletas de dibujo. Esta no es una razón ética para evitar teléfonos y tabletas, por supuesto, y reconozco que muchas personas tienen usos más adecuados para los factores de forma pequeños.

Segundo, los usuarios de celulares crean una cultura del celular. En una fracción de la vida de un adulto, los celulares han cambiado desde la inexistencia hasta usarse de forma socialmente aceptable mientras se habla con alguien en la vida real. Esta cultura no es inevitable para la electrónica digital —mucha gente usa la tecnología responsablemente, por lo que les aplaudo—, pero permanece depresivamente usual. Si tuviera que tener un teléfono frente a mi nariz mientras finjo hablar con mis propios amigos, solo seguiría perpetuando la noción de que es un comportamiento correcto. Como temo que pueda convertirme en alguien que usa inadecuadamente la tecnología de esta manera, evito llevar un celular completamente para evitar el riesgo ético.

Tercero, los celulares suponen riesgos graves para la libertad y la privacidad. La amplia mayoría de los teléfonos del mercado ejecutan sistemas operativos privativos, como iOS, y están repletos de software privativo. Asimismo, a diferencia de la mayoría de ordenadores portátiles y de escritorio, muchos de estos sistemas operativos ejecutan comprobaciones de firma. Es decir, es criptográficamente imposible y en muchos casos ilegal reemplazar el sistema por software libre. Esto por sí solo es una razón para evitar tocar estos aparatos.

La situación real es desafortunadamente peor. En la electrónica convencional hay un único chip principal dentro, la UCP [Unidad Central de Procesamiento]. La UCP ejecuta el sistema operativo, como GNU/Linux, y tiene el control total de la máquina. No es de esta forma para celulares; estos aparatos tienen dos chips principales —la UCP y la banda base—. La primera tiene el conjunto habitual de problemas de libertad; la última es una caja negra conectada a través de Internet con un conjunto de capacidades espeluznante. Como mínimo, debido al diseño de las redes telefónicas, en cualquier momento en que el teléfono está conectado a la red (es decir, la banda base está en línea), la ubicación del usuario puede ser rastreada triangulando la señal de las torres telefónicas. El riesgo es ya inaceptable para muchas personas. Las operaciones de telefonía tradicionales son vulnerables a la vigilancia y a la manipulación, al no estar cifrados ni los mensajes ni las llamadas. Y, para colmo, pocos teléfonos proporcionan un aislamiento aceptable de la banda base. Es decir, la UCP, que podría ejecutar software libre, no controla la banda base, lo cual a efectos prácticos hace ilegal ejecutar software libre en los Estados Unidos. Más bien, en muchos casos, la banda base controla la UCP. No importa si se usa mensajería encriptada sobre XMPP si la banda base puede simplemente tomar una captura sin el conocimiento ni el consentimiento del sistema operativo del lado de la UCP. Alternativamente, de nuevo dependiendo de cómo esté la banda base conectada al resto del sistema, puede tener la capacidad de activar remotamente el micrófono y la cámara. 33 años después, un mundo en el que cada persona lleva un celular supera las pesadillas de George Orwell. Puede que no tengas «nada que esconder», pero yo al menos todavía me preocupo por mi privacidad. Los celulares son espeluznantes. No contéis conmigo.

Finalmente, ante las graves implicaciones para la sociedad y la libertad, me niego a perpetuar este sistema. Podría decidir llevar un celular de todas formas, decidiendo que como una persona aburrida puedo sacrificar la libertad en nombre de la instantáneamente gratificante conveniencia. Pero al ser complaciente, solamente aumentaría el tamaño del problema, una pesada carga ética al usar el celular contribuye al efecto de red, como el nombre sugiere.

Si tuviera mi teléfono en frente de otros, estaría mostrando que «los celulares están bien». Si alguien me tiene como ejemplo ético, puede que ese alguien siguiera usando un celular.

Si dejara que mis amigos me enviaran mensajes de texto en vez de usar medios más éticos, estaría señalando que «enviar mensajes de texto está bien» y «es razonable esperar que las personas se envíen mensajes de texto». Si permanecieran pasivos ante la ética y necesitaran llevar un teléfono, esto podría empujarles a preservarlo.

Si usara un teléfono para actividades en clase, estaría indicando que «los estudiantes del siglo 21 deberían tener un teléfono». Preferiría ser la última resistencia en la clase para recordarles que esta no es una asunción ética.

Si recibo una mirada desconcertada de mis conocidos, confidentes y profesores, ahora tengo la oportunidad de educarles acerca del software libre y la privacidad. Pocas personas son conscientes de los peligros de estos «aparatos de vigilancia portables» como escribiría Richard Stallman. Estos «momentos extraños» son oportunidades perfectas para ayudarles a tomar una decisión más informada.

Al llevar un celular estaría perpetuando algo malvado. Al negarme a llevar uno, opongo resistencia y hago algo bueno activamente.

Bueno, ¿en vez de usar un celular, cuáles son mis alternativas?

Para la mayoría de tareas digitales, incluida la escritura de esta publicación, uso un portátil que ejecuta software libre. Además, ¡para conectarme a Internet, uso una tarjeta de Wi-Fi que ejecuta firmware libre!

Para hablar con mis amigos, uso protocolos descentralizados y de especificaciones libres cuando es posible. En concreto, estoy disponible en correo electrónico, XMPP y Mastodon. En algunos casos en los que esto no es posible debido al efecto de red, uso sistemas centralizados libres como IRC. En ocasiones, uso sistemas privativos a los que se les ha aplicado la ingeniería inversa para su uso con software libre, como Discord [el proyecto de ingeniería inversa al que enlazaba ya no existe]. De ser posible, me cubro de capas de encriptación implementadas con software libre, como GPG y OTR, para una protección extra contra amenazas de privacidad. Si la privacidad de la ubicación es un problema, me conectaré a través de Tor. Cualquiera de estas medidas es un paso importante más allá de las llamadas de teléfono, mensajería de texto, WhatsApp o Snapchat. Todas ellas juntas te protegeran de la mayoría de adversarios.

Para conectarme cuando estoy lejos de casa, busco redes Wi-Fi públicas, que pueden hacerse seguras con cifrado y con Tor. Si esto no es una opción, puede que necesite preguntar alguien para que me preste sus electrónicos —esto es desgraciado, pero mientras que el efecto de red está en juego, es éticamente aceptable explotarlo—. La mayoría del tiempo evitaré conectarme a Internet fuera de casa de todas formas; ¡soy más productiva desconectada!

Así que, sí, puedo vivir sin un celular. No es siempre conveniente, pero la productividad, la libertad y el comportamiento ético siempre prevalecen sobre la conveniencia.

Os animo a hacer lo mismo.

Rastreo, exclusión y censura con la excusa del COVID-19

La excusa del COVID-19 se está utilizando mucho para invadir la privacidad y censurar los puntos de vista críticos mediante el uso de tecnologías digitales de empresas que pretenden sacar el máximo beneficio de la pandemia.

La cuarentena impuesta ha dejado a gente encerrada (sin empleo o con teletrabajo) y a estudiantes sin clases, pues aunque dicen que hay clases digitales, mucha gente no tiene Internet y los puntos de acceso públicos están cerrados. Los estados no hacen nada para solucionar la brecha digital.

Las empresas tecnológicas están utilizando la situación para blanquear su imagen y obtener dinero público, como han advertido ya muchos expertos. En España encontramos un caso de estos en el pago de dinero público a empresas privadas para desarrollar una página web y aplicaciones móviles en la Comunidad de Madrid cuyos objetivos son recopilar datos de sus ciudadanos y mantenerlos en manos de empresas privadas. Estos recursos ofrecen información que ya se encuentra por doquier en Internet, es decir, no aportan nada útil.

Si su objetivo hubiera sido facilitar un autodiagnóstico por Internet e informar al mayor número de personas, no habrían puesto como condición previa introducir datos personales, la página funcionaría sin JavaScript para ser más accesible (un ciego, por ejemplo, encontrará dificultades para usar la página) y no habría elementos de rastreo de Google en el código fuente. Los datos personales que recogen son el nombre, apellidos, número de teléfono móvil, DNI, fecha de nacimiento, correo electrónico, dirección completa, código postal, género y geolocalización. Estos datos privados están ahora en las manos de Google, Telefónica y Ferrovial, quienes aparecen en la política de privacidad como «proveedores y colaboradores».

Las grandes empresas tecnológicas se han puesto también de acuerdo para censurar los puntos de vista diferentes, diciendo que son noticias «falsas». Un ejemplo es la censura de la canción de rap El peor virus de Pablo Hasél en que se critica al Gobierno de España, aunque en ella no aparecía ninguna afirmación falsa. Esta ha vuelto a aparecer en YouTube tras unos días.

Asimismo, gran parte de la población está recomendando el uso de herramientas no libres para videoconferencias, cuya seguridad deja mucho que desear. Por un lado, crece el uso del malware Zoom durante la cuarentena y el de otros programas privativos. Por otro lado, también está aumentando mucho el uso de programas libres como Jitsi y Jami.

La recesión económica que está produciéndose supone numerosas dificultades para todos los sectores, incluido el tecnológico.

DuckDuckGo HTML en Firefox con resultados en español

Suelo usar «el buscador que no te rastrea», DuckDuckGo. Como el código JavaScript de la versión estándar de DuckDuckGo es privativo, yo uso la versión sin JavaScript (que también existe como servicio oculto de Tor).

Lo malo es que la versión HTML de DuckDuckGo no detecta las preferencias de idioma del navegador. Esto puede ser un inconveniente si estoy buscando cosas en español, ya que siempre me va a mostrar antes páginas en inglés.

Busco «calistenia» y me muestra resultados en inglés

Así que he modificado el anterior complemento de búsqueda para que busque en español. No ha sido muy difícil, la verdad. Solo he añadido el parámetro de URL kl=es-es (para el español de España) tras consultar la lista de parámetros. De esta forma salen resultados en español.

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Consultar Twitter con privacidad y software libre, con Nitter

Twitter es una red social centralizada y que requiere el uso de software privativo. Consultar Twitter con el navegador de forma decente sin perder privacidad o libertad es prácticamente imposible... a no ser que usemos otra interfaz, como Nitter, la que describo en este artículo.

Creo que su nombre es un acrónimo de not twitter («no Twitter»). Bueno, ¿qué más da? El caso es que funciona bien y además la interfaz es ligera, evita que Twitter obtenga tu dirección IP, puedes personalizar su apariencia, tiene fuentes RSS propias y es responsiva.

Está aún en su infancia, así que se espera que incluyan más funcionalidades, como un sistema de inicio de sesión para administrar las cuentas a las que sigues desde la web y traducciones a otros idiomas.

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