Bloquear sitios web: archivo hosts

Para bloquear páginas web puedes usar una extensión para el navegador (como Block Site), un servidor proxy (como Squid), pero también existe la opción de editar el archivo hosts, método que apenas consume RAM y nos servirá, a diferencia de la extensión del navegador, para cualquier navegador o programa Continúa leyendo Bloquear sitios web: archivo hosts

YouTube con privacidad: con Piped

Al igual que Invidious, Piped ofrece una interfaz para YouTube libre y respetuosa con la privacidad.

La ventaja de Piped es que funciona con SponsorBlock, así que no pierdes tiempo tragándote partes patrocinadas de vídeos. Solo he mencionado las funcionalidades que me parecen más útiles; en la página del proyecto hay una lista más detallada.

Canal de YouTube visto con Piped

Algunas desventajas respecto a Invidious son que no permite ordenar los vídeos de un canal según su antigüedad o popularidad, sino que simplemente muestra los últimos vídeos del canal; no hay un botón para descargar vídeos y audio; no se ve una miniatura del fotograma al pasar el ratón por la línea temporal; no aparece la miniatura del vídeo al compartir un enlace...

Puedes poner vídeos en bucle, ver comentarios, leer descripciones de vídeos...
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La libertad de software no es cuestión de licencias: es de poder

Este artículo es una traducción del inglés del artículo «Software freedom isn’t about licenses – it’s about power.» publicado por Alyssa Rosenzweig bajo la licencia CC BY-SA 4.0.

Un acuerdo de licencia de usuario final restrictivo es una manera de que una compañía pueda ejercer poder sobre el usuario. Cuando el movimiento del software libre se fundó hace treinta años, estas licencias restrictivas eran la principal dinámica de poder hostil al usuario, así que las licencias permisivas y copyleft surgieron como sinónimos de la libertad de software. Usar licencias es importante; la autonomía del usuario se pierde con modelos de suscripción, licencias revocables, software solo binario y clausulas legales onerosas. Sin embargo, estos problemas aplicables a los programas de escritorio son solo la punta del iceberg de las actuales dinámicas de poder digitales.

Hoy en día, las empresas ejercen poder sobre sus usuarios mediante rastreo, vendiendo datos, manipulación psicológica, anuncios molestos, obsolescencia programada y programas de Gestión de «Derechos» Digitales (DRM [en inglés]). Estos problemas afectan a cada usuario digital, con inclinación técnica o sin ella, tanto en escritorio como en móviles inteligentes.

El movimiento del software libre prometió enmendar estos males mediante licencias libres en el código fuente, con adherentes que argumentaban que las licencias libres proporcionan inmunidad frente a estas formas de programas maliciosos, ya que los usuarios podrían modificar el código. Desafortunadamente, la mayoría de usuarios carece de los recursos para hacerlo. Mientras las violaciones más flagrantes de la libertad del usuario vengan de empresas que publican programas privativos, estos males pueden seguir sin corrección incluso en programas de código abierto, y no todos los programas privativos presentan estos problemas. El navegador web es nominalmente un programa libre [se refiere a Firefox y a Chromium] que contiene el trío de telemetría, anuncios y DRM; un videojuego antiguo es un programa privativo, pero relativamente inocuo.

Así pues, no es suficiente mirar la licencia. Ni siquiera es suficiente considerar la licencia y un conjunto fijo de problemas endémicos a los programas privativos; el contexto importa. El software no está aislado. De la misma forma que los programas privativos tienden a integrarse con otros programas privativos, los programas libres tienden a integrarse con otros programas libres. La libertad de software en contexto exige un leve empujón hacia intereses del usuario, no hacia intereses corporativos.

¿Entonces cómo deberíamos conceptualizar la libertad de software?

Consideremos los tres partidarios del software libre y el código abierto: aficionados, empresas y activistas. A los aficionados individuales les importa trastear con el programa de su elección, enfatizando el código fuente licenciado libremente. Estas preocupaciones no les afectan a quienes no convierten modificar código en un pasatiempo. No hay nada malo en esto, pero nunca será un problema doméstico.

Por su parte, las grandes empresas afirman amar «el código abierto». No, no les preocupa el movimiento social, solo la reducción de costes lograda aprovechándose de programas licenciados permisivamente. Este énfasis corporativo en las licencias se hace normalmente en detrimento de la libertad de software en el contexto más amplio. De hecho, es esta ironía la que motiva la libertad de software más allá de la licencia.

Es el espíritu del activista el que se debe aplicar a todo el mundo sin importar su habilidad técnica o estatus económico. No hay escasez de programas de código abierto, normalmente de origen empresarial, pero esto es insuficiente —es la dinámica de poder lo que debemos combatir—.

No estamos solos. La libertad de software está ligada a problemas sociales contemporáneos, que incluyen la reforma del derecho de autor, la privacidad, la sostenibilidad y la adicción a Internet. Cada problema surge como una dinámica de poder hostil entre un autor de software corporativo y el usuario, con interacciones complicadas con las licencias de software. Desligar cada problema de las licencias proporciona un entorno de trabajo para tratar cuestiones complejas de reformas políticas en la era digital.

La reforma del derecho de autor generaliza los enfoques de licencias de los movimientos del software libre y de la cultura libre. En efecto, las licencias libres nos empoderan para usar, adaptar, mezclar y compartir tanto obras como software. Sin embargo, las licencias privativas que gestionan hasta el mínimo detalle el núcleo de la comunidad y creatividad humanas están condenadas a fracasar. Las licencias privativas han tenido poco éxito evitando la proliferación de las obras creativas que buscan «proteger», y los derechos de adaptar y mezclar obras han sido ejercidos desde hace mucho tiempo por aficionados dedicados de obras privativas, produciendo volúmenes de ficción y arte de fans. La misma observación se aplica al software: los acuerdos de licencia privativos para usuarios finales no han parado ni la compartición de archivos ni la ingeniería inversa. De hecho, ha surgido una afición única y creativa alrededor del software privativo en las comunidades de modificaciones de videojuegos. Independientemente de los problemas legales, la imaginación humana y el espíritu de compartir persisten. Así pues, no debemos juzgar a nadie por los programas y las obras privativas en su vida; en su lugar, debemos trabajar por la reforma del derecho de autor y las licencias libres para protegerlos de los excesos del derecho de autor.

Las preocupaciones por la privacidad son también tradicionales en el discurso de la libertad de software. Los programas verdaderamente seguros de comunicaciones nunca pueden ser privativos, dada la posibilidad de puertas traseras y la imposibilidad de auditorías transparentes. Desgraciadamente, lo inverso falla: hay programas licenciados libremente que inherentemente comprometen la privacidad del usuario. Considera clientes de terceros para sistemas de mensajería centralizados y no cifrados. Aunque dos usuarios de un cliente así que se envíen mensajes el uno al otro en privado estén utilizando solo software libre, si sus mensajes están siendo procesados por los datos, todavía hay peligro. Una vez más se subraya la necesidad del contexto.

La sostenibilidad es una preocupación emergente, que se vincula a la libertad del software a través de la crisis de los residuos electrónicos. En el mundo de los móviles, donde la obsolescencia de los móviles al cabo de unos pocos años es la norma y las baterías de litio se acumulan indefinidamente en los vertederos, vemos la paradoja de un sistema operativo con licencia libre con un pésimo historial social. Una implicación curiosa es la necesidad de controladores de dispositivos libres. Mientras los controladores privativos llevan a los aparatos a la obsolescencia después de que el fabricante los abandone en favor de un nuevo producto, los controladores libres permiten un mantenimiento a largo plazo. Como antes, la licencia no es suficiente; el código también debe estar mantenido y aceptar modificaciones. El simple hecho de publicar el código fuente es no es suficiente para resolver el problema de los residuos electrónicos, pero es un prerrequisito. En riesgo está el derecho del propietario de continuar usando un aparato que ya ha comprado, incluso después de que el fabricante ya no quiera darle soporte. Deseado por los activistas climáticos y los conscientes con el consumo, no podemos dejar que el software anule este derecho.

Más allá de los derechos de autor, la privacidad y la sostenibilidad, ningún software puede ser realmente «libre» si la propia tecnología nos encadena, nos atonta y nos lleva a encolerizarnos por los clics. Gracias a la cultura televisiva que se extiende a Internet, el ciudadano típico tiene menos que temer de las escuchas del gobierno que de sí mismo. Por cada mensaje cifrado que descifra una agencia de inteligencia, miles de mensajes se difunden voluntariamente al público, buscando una gratificación instantánea. ¿Por qué iba a molestarse una empresa o un gobierno en husmear en nuestra vida privada, si se la ponemos en bandeja de plata? En efecto, las implementaciones populares de código abierto de tecnología corrupta no constituyen un éxito, una cuestión personificada por las respuestas del software libre a las redes sociales. No, incluso sin software privativo, centralización o cruel manipulación psicológica, la proliferación de las redes sociales sigue poniendo en peligro a la sociedad.

En general, centrarse en cuestiones concretas sobre la libertad del software da cabida a los matices, en lugar de la tradicional visión binaria. Los usuarios finales pueden tomar decisiones más informadas, al ser conscientes de las soluciones intermedias de las tecnologías más allá de la licencia. Los desarrolladores de software obtienen un marco para entender cómo su software encaja en el panorama general, ya que una licencia libre es necesaria, pero no suficiente, para garantizar la libertad del software a día de hoy. Los activistas pueden dividir y conquistar.

Muchos fuera de nuestra esfera inmediata entienden y se preocupan por estos problemas; el éxito a largo plazo requiere estos aliados. Las afirmaciones de superioridad moral mediante licencias son infundadas y necias; no hay éxito apuñalando por la espalda a nuestro amigos. En su lugar, un enfoque matizado amplía nuestro alcance. Aunque las filosofías morales abstractas pueden ser intelectualmente válidas, son inaccesibles a todos excepto a los académicos y los partidarios más dedicados. Las abstracciones están siempre al margen de la política, pero estas cuestiones concretas ya son comprendidas por el público en general. Asimismo, no podemos limitarnos a audiencias técnicas; entender la topología de una red no puede ser un prerrequisito para conversaciones privadas. Enfatizar demasiado el papel del código fuente y subestimar la dinámica de poder en juego es una estrategia condenada al fracaso; durante décadas lo hemos intentado y hemos fracasado. En un mundo post-Snowden hay demasiado en juego para más fracasos. Reformar las cuestiones específicas allana el camino hacia la libertad del software. Después de todo, el cambio social es más difícil que escribir código, pero con una reforma social incremental, las licencias se convierten en la parte fácil.

El análisis matizado ayuda incluso a los activistas individuales de la libertad del software. Los intentos puristas de rechazar categóricamente la tecnología no libre son loables, pero fuera de una comunidad cerrada ir en contra de la corriente conduce al agotamiento del activista. Durante el día, los empleadores y las escuelas exigen invariablemente software privativo, a veces utilizado para facilitar la vigilancia. Por la noche, los pasatiempos populares y las conexiones sociales de hoy en día están mediadas por programas cuestionables, desde el DRM de un videojuego hasta la vigilancia de un chat con un grupo de amigos. Cortar los lazos con los amigos y abandonar el autocuidado como prerrequisito para luchar contra las organizaciones poderosas parece noble, pero es inútil. Incluso sin la política, sigue habiendo desafíos técnicos con usar solo software libre. Añadir otras preocupaciones, o tal vez renunciar a un teléfono móvil, solo amplía el riesgo de agotamiento en la lucha por la libertad del software.

Como aplicación, este enfoque de la libertad del software saca a la luz problemas dispares con la web moderna que hacen saltar la alarma en la comunidad del software libre. El problema tradicional es el JavaScript privativo, una cuestión de licencias, aunque considerar solo las licencias de JavaScript provoca conclusiones imprecisas e inexactas sobre las «aplicaciones» web. Se suman a la lista probremas más profundos como la publicidad y el rastreo desenfrenado; Internet es la mayor red de vigilancia de la historia de la humanidad, en gran medida con fines comerciales. Hasta cierto punto, estos problemas se ven mitigados por los bloqueadores de scripts, anuncios y rastreadores; estos pueden ser preinstalados en un navegador web para reducir el daño en busca de una web más gentil. Sin embargo, el defecto fatal de la web es aún más fundamental. Por su diseño, cuando un usuario navega a una URL, su navegador ejecuta cualquier código que se haya introducido en el cable. En efecto, la web implica una actualización automática, independientemente de la licencia del código. Incluso si el código es benigno, sigue siendo cada año más caro de ejecutar, lo que obliga a un ciclo de actualización del hardware que deja de funcionar si la web no estuviera hinchada por los intereses corporativos. Un punto más sutil es la «economía de la atención» ligada a la web. Mientras que es difícil volverse adicto a la lectura en un navegador de solo texto, hacer maratones de televisión con DRM es una historia diferente. Avances poco ambiciosos como el «Modo de Lectura» se ven limitados por la irónica distribución de documentos a través de una tienda de aplicaciones. En la web, cuestiones dispares de DRM, actualización automática forzada, privacidad, sostenibilidad y patrones psicológicos oscuros convergen en un único y peor escenario para la libertad del software. Las licencias fueron solo el principio.

Sin embargo, hay motivos para el optimismo. Adecuadamente contextualizada, la lucha por la libertad del software se puede ganar. Para luchar por la libertad del software, lucha por la privacidad. Lucha por la reforma del derecho de autor. Lucha por la sostenibilidad. Resiste los patrones psicológicos oscuros. En el centro de cada lucha hay una batalla por la libertad del software —sigue luchando y podremos ganar—.

¡Cuidado con los directos! No descuides tu privacidad

Con el aumento de las comunicaciones en directo probablemente tu escritorio ya no es tan privado como antes —tanto el físico como el digital—. Un riesgo que demasiada gente subestima.

Si nos ponemos en la piel de un superior, a este quizá no le haga mucha gracia ver que el ordenador del trabajo se usa para videojuegos, pornografía o cualquier otra cosa que considere inapropiada; o ver en las sugerencias de la barra de direcciones del navegador sitios web que contienen ideas políticas contrarias a las suyas, por ejemplo.

Lo ideal sería utilizar el ordenador de la empresa únicamente para cosas de la empresa. Si este ordenador es el mismo que el de uso personal o se comparte con alguien, se debe utilizar una cuenta de usuario específica para la empresa, de forma que al compartir el escritorio no se vean nuestros archivos, los programas que usamos en nuestro tiempo libre, nuestro historial de navegación, etc.

Porque aunque solo pensábamos mostrar la presentación de diapositivas, acabamos exponiendo información sin darnos cuenta cuando algo falla y salimos de la presentación. Hombre precavido vale por dos: aunque algo falle, no comprometo mi privacidad cuando uso una cuenta de usuario específica para el trabajo.

Ni que decir tiene que el escritorio físico y lo que nos rodea mientras nos encontramos en una videoconferencia es otro factor de riesgo. Además, las personas con las que convivimos pueden comprometer nuestra privacidad. Habrá que encontrar, pues, los horarios con menos gente en casa, elegir con cuidado el lugar teniendo en cuenta lo que la cámara puede ver y mantener la comunicación digital en el lugar menos ruidoso.

En resumen, las comunicaciones digitales por videoconferencia suponen numerosos riesgos para la privacidad que deben ser tenidos en cuenta. Es primordial conocer los peligros que entrañan para poder evitarlos, incluso cuando surjan imprevistos.

Instalación digital saboteada en Berlín (Alemania)

Este artículo fue publicado originalmente por Indymedia con el título Shut down the power! Digitale Zurichtung sabotiert bajo la licencia CC BY-SA 3.0 DE.

Shut down the power! Infraestructura digital saboteada

Le dimos rechazo a la llamada Corona-App y pasamos a la acción. Hoy hemos prendido fuego a un túnel con cables de comunicación que dan servicio al Heinrich-Herz-Institut, entre otros. Dicen que con nuestro ataque han sido destruidos los cables de red de Colt, Telekom y otros proveedores. El Heinrich-Hertz-Institut (HHI) era el objetivo de nuestro ataque. Identificamos el túnel abierto en el que se están instalando nuevos cables como proveedores del HHI. La breve desconexión afectó también a otras empresas locales, como concesionarios de los asesinos climáticos VW [Volkswagen], Alfa Romeo, Jeep, Mercedes, Audi, Porsche, etc. Hemos descartado poner en peligro la vida humana con nuestra acción.

Por qué hemos saboteado políticamente el uso de la aplicación

Los decretos contra la pandemia traen el toque de queda, la prohibición de contactos y otras injerencias, cuya velocidad de implantación e implementación no tienen precedentes en la República Federal. A estas injerencias las acompaña una y otra vez un lenguaje de guerra. El modelo para estas «reglas» es la gestión del Virus de China. China, una dictadura patriarcal que vigila cada movimiento de la gente, controla y castiga las violaciones de las «reglas» establecidas por la élite comunista-capitalista. El aislamiento de metrópolis solo puede realizarse en un sistema totalitario tan eficiente, una medida de lo que es posible. China, con su toque de queda de 60 días (p. ej., en Wuhan) y el control total de las personas se ha convertido en el modelo de la (supuesta) contención de la pandemia para gobiernos de casi todo el mundo. A principios de enero estas medidas eran todavía criticadas como totalitarias y enemigas de los derechos humanos. Ahora son transferidas de forma modificada a otras partes del globo.

Totalmente en este sentido ha sugerido varias veces Jens Spahn [ministro de salud de la Republica Federal de Alemania] el rastreo del teléfono móvil, el rastreo de datos de cada persona para poder encontrar y aislar a los infectados y a los posibles nuevos infectados. Se ha mantenido a al menos dos metros del criticismo de expertos en derecho constitucional y defensores y defensoras de la privacidad. Ha copiado la geolocalización absoluta del perfil de movimiento de cada persona de China y Corea del Sur. El presidente del parlamento austriaco abogó también por la introducción obligatoria de una aplicación similar. En este país también se hicieron las mismas exigencias. Ya las discusiones son calculadas formas de romper tabús con el resultado de que se facilita la aceptación del creciente potencial de vigilancia de nuevas tecnologías y, si es necesario, que sean controladas de forma autoritaria si no funciona «voluntariamente».

En China la aplicación de Ant Financial se utiliza durante controles policiales. El código QR personal decide sobre las compras en el supermercado y sobre ir a pasear. Si el código QR es rojo o amarillo, las instrucciones son dadas por las autoridades. Esta aplicación de pago decide de forma opaca sobre la «carga del coronavirus». Corea del Sur aún no ha impuesto un toque de queda. Todas las personas «pueden» continuar trabajando hasta que el teléfono inteligente las identifique como «infectadas» o «sospechosas» y se ordene el acceso estatal. Actualmente el gobierno está obligando a la gente en Corea del Sur a proporcionarle sus datos del móvil y su acceso. El rastreo de datos en Corea del Sur se ha probado con el programa Total Information Awareness, el cual la NSA siguió operando como Prism, como reveló Ed. Snowden. En los EE. UU. Google y Apple quieren distribuir una aplicación para el coronavirus de forma automática como un componente del sistema operativo con una actualización.

El sistema de rastreo de datos se establecerá pronto en Alemania en la forma de una aplicación instalada. La propaganda de esta aplicación ya funciona a toda velocidad. Los políticos harán una publicidad masiva de ella, porque en la opinión del público solo la aceptación general promete los efectos deseados. Superficialmente, el uso de la aplicación suena razonable. Durante la introducción se basa (inicialmente) en la voluntariedad para evitar la flagrante anticonstitucionalidad; puesto que los contactos (es decir, infectados y no infectados y su entorno) pueden ser espiados. Pero del mismo modo que el envío de los perfiles de movimiento (supuestamente) anonimizados mediante proveedores de teléfono, en el que las personas afectadas ya ni tienen oportunidad de dar su consentimiento o rechazo, se puede asumir que las opciones de monitorización contenidas en la aplicación se convertirán rápidamente en un estándar obligatorio una vez que hayan sido adoptadas de forma «voluntaria» por una masa crítica: quien quiera ir a la biblioteca debe tener la aplicación —visitar la biblioteca es voluntario—. Puesto que el código fuente del programa no es abierto, es imposible comprobar si la propaganda para el uso de la aplicación corresponde con la realidad, o quién más puede usar los datos; y si hay alguna posibilidad para el rastreo de datos. Una simple actualización sería posible en cualquier momento. En esta aplicación trabaja actualmente el Heinrich-Herz-Institut y la Oficina Federal para la Seguridad de la Información y el ejército alemán, entre otros.

Se regulará

Apenas se puede procesar la velocidad de los cambios diarios. No es por nada que la lucha contra la pandemia se fundamenta en una retórica de guerra deliberadamente elegida. Pues una guerra es siempre también un ataque social hacia dentro para dirigir a la «comunidad nacional» o —y esto es nuevo en el caso del coronavirus— la comunidad global hacia los intereses de la clase dominante. No hay una conspiración detrás de esto; es la dinámica constante de la clase dominante, que durante siglos no ha podido romperse mediante una revolución integral de la liberación de las formas de toda dominación. El esquema no es nuevo: las crisis se usan siempre como catalizadores de regulaciones represivas de la población, a no ser que una fuerza revolucionaria siente otros precedentes. En vista de la pandemia se pondrá en marcha una maquinaria de seguridad interna, que viva de la participación de todos y todas. Para muchas personas los propios algoritmos empresariales detrás de las aplicaciones ya regulan sus rutinas diarias y son los acompañantes constantes. Ahora en tiempos del coronavirus es, pues, el tiempo de limitarse, de distanciarse socialmente, de observarse a sí mismo (y a otras personas) en los contactos —y después en algún momento hacerlo fácil con la aplicación—. Incluido el sentimiento positivo y de responsabilidad, has hecho algo por la seguridad de todos.

Aparecen nuevas palabras tabú

Con la «guerra contra el virus» también el lenguaje y el pensamiento están cambiando. De repente hay gente «relevante para el sistema», «grupos de riesgo» que se deberían aislar. La «distancia social» es la nueva salvación para proteger a los «grupos de riesgo» y a la gente «relevante para el sistema», los «héroes del día a día». Los últimos, el personal de enfermería, los empleados y empleadas de supermercados, conductores y conductores de camiones, etc., se convierten en los héroes del «frente» en vez de pagarles decentemente —mientras los jefes continúan recibiendo bonificaciones y consiguen billones para sus empresas—. El concepto militar-sanitario de «triaje» está avanzando a la esfera pública, la ordenación sistemática de personas: a quién hay que salvar y para quién ya no «merece la pena», quién debe ser abandonado en el «campo de batalla del virus». No es el virus el que lleva a la crisis, sino un sistema de sanidad privatizado y orientado al beneficio que lleva al lamentable estado de emergencia en hospitales y geriátricos (en España, Italia y quizá aquí también).

El hecho de que cada persona se enfrenta a la muerte sin protección, especialmente cuando aparece como un virus invisible, y como nueva pandemia no se puede evaluar nada, crea miedos. Estos miedos no son una tontería. Ni hay que exagerar estos miedos, ni dejar que se vuelvan algo extraordinario, pues todos moriremos un día. Sin embargo, esta pandemia está instrumentalizando los miedos ancestrales a la muerte. «Se juega» con estos miedos. No son las políticas de privatización en el sistema de salud lo que se cuestiona, sino si no guardas una distancia adecuada de cada persona; si sigues las normas. Estas normas son monitorizadas (y en parte también castigadas). Y promueven una de las virtudes más alemanas en todos lados: la tendencia a denunciar. En los círculos intelectuales se lanza la acusación de que se uno o una no tiene solidaridad si no sigue las reglas. Si no sigues estas normas, tienes la culpa de que la gente muera. Con la referencia a los «grupos de riesgo» se reprimen otras objeciones. Los «grupos de riesgo» se vuelven un factor de chantaje moral para llevar a cabo las reglas estatales y políticas entre amigos/as sin que te lo cuestiones. La higiene médica se acompaña de una higiene social que apenas permite el pensamiento y el debate sucio, resistente.

Por ello es probable

Nuestra acción será calificada de insolidaria por aquellos que se vuelven esbirros de nuevas técnicas de dominación estatal y un ataque social tecnológico —quizá sin ni siquiera quererlo—. Nuestra declaración será ignorada, sujeta a un bloqueo comunicativo o declarada confusa.

Permanecemos al margen solidariamente

No estamos tomando está arriesgada acción para ganar la aprobación general, para esta las disputas son demasiado polarizadas para nuestra desventaja en el sentido contrarrevolucionario. Sabemos de la aprobación de una parte de la sociedad. Estamos del lado de quienes no están preparados para la destrucción de una parte de la sociedad. Estamos del lado de los refugiados en las fronteras y en los campamentos. Estamos del lado de quienes reconocen o contraatacan la instrumentalización de la pandemia y de los miedos. Estamos del lado de quienes se preocupan por el rastreo masivo.

Cómo sucede la transformación digital

Vemos la digitalización de nuestra vida diaria, la que se expande inevitablemente por la prohibición de salida y de contacto y la que parece desconocer alternativas analógicas, como una transformación digital de la sociedad. A primera vista es la única oportunidad para las personas aisladas de mantenerse en contacto entre sí. Pero el espacio en el que se lleva a cabo no es neutral. Está controlado y monitorizado. Los sujetos sociales, las personas, se convierten en figuras virtuales, que los algoritmos descomponen en conjuntos de datos y juzgan según a criterios secretos, dirigen la publicidad, señalan y denuncian la mala conducta, y premian la sumisión. «Distanciamiento social» o «distancia es decencia» son términos, como si hubieran sido prestados de Brave new world de Huxley o 1984 de Orwell. Al descubierto son términos de lucha que la inmersión en el mundo virtual nos asigna como una acción social integral. Se pretende un «nosotros», y la Red se ofrece al «nosotros» como el nuevo lugar de encuentro social y el mundo del trabajo —por ende se consolidará más el aislamiento social ya en curso—. Aquí es donde se forma la actual y futura controlabilidad de sociedades enteras por la Red.

El comercio en línea, las lecciones escolares digitales, seminarios en línea en universidades, conferencias de vídeo, oficina en casa, archivos electrónicos de pacientes, Amazon, Zalando, Netflix, Lieferando, pagos por tarjeta, portales de citas, emisiones en continuo, videojuegos, etc., son prerrequisitos para esto. Aquí es donde se está reestructurando la sociedad. Aquí tiene lugar la habituación, aquí cambia la sociedad a un ritmo cuyo precio —la posibilidad la manipulación y así la dominación total— se nos hará claro en todos sus detalles en los años venideros. Se está construyendo actualmente un nuevo, en concreto higiénico «nosotros» (nacional) para llevar a cabo todo tipo de medidas contra las que había reservas y resistencia en el pasado, como la digitalización en las escuelas, las tarjetas de seguro sanitario de cristal y los archivos de pacientes, o los pagos en línea y la desaparición del dinero en efectivo.

Deutsche Telekom proporciona, de forma totalmente desinteresada, «servicios web de conferencias» basados en la nube para estudiantes y profesores libre de coste. Ofertas similares también hay disponibles para empresas y sus necesidades de la oficina en casa. Y para el tiempo de ocio de los pequeños hay un nuevo servicio de emisiones en continuo de Disney. Y además unos 10 gigabytes adicionales para navegar por Internet en el móvil, gratis por el momento. Mientras que Telekom difunde «Conectamos Alemania», el grito de batalla de Vodafone es «Alemania permanece conectada». El abanico de servicios no difiere significativamente. Pero Alemania y la red digital —eso crea cohesión—. El coronavirus, un golpe de suerte para los operadores de red: nueva demanda de más velocidad, amplitud, más. Con las ofertas actuales, se ata a clientes futuros y se generan todavía más datos, a los que las empresas y los servicios secretos acceden por igual. Vodafone trabaja estrechamente con el servicio secreto británico, que a su vez es el mayor aliado de la estadounidense NSA. Puesto que la gente pasa más tiempo en la Red con contactos sociales, trabajo y entretenimiento, es esto una celebración para los servicios y las empresas. Un mayor acceso a la vida social no es posible. ¡Cuánto más en términos de beneficios, cuánto más en términos de monitorización y control de nuestro comportamiento adquisitivo, modos de vida deseados, de detección temprana de revueltas puede derivarse de estos datos!

Por último desde las revelaciones de Snowden sobre la vigilancia masiva del NSA de los estados y grupos hasta las afirmaciones digitales individuales es conocido. Cualquier posibilidad técnica de rastreo digital y control de comportamiento se usa también. En China, en los Estados Unidos, en Rusia y también en Alemania. La aplicación del coronavirus es la puerta de entrada. El escenario de que al menos el 60 por ciento de la población alemana debe ser «voluntariamente» condicionada a una aplicación, a un estándar, a una intención, a un cacheo «voluntario» de todos sus contactos públicos y privados —esto requiere nuestro sabotaje directo—.

Lo que aún queda por decir

Actualmente estamos experimentando un ejercicio de guerra civil mundial para futuras crisis y situaciones de guerra. Las consecuencias de este «ejercicio» cambiarán el mundo. La gravedad de la pandemia, su propagación y la masa de personas que mueren son la matriz sobre la que se nos introduce en una nueva era de crisis como un estado permanente. En caso de duda, no cuentan ni los derechos básicos del país en cuestión (que nunca se han aplicado a todo el mundo) ni los derechos humanos. Mientras se imponen prohibiciones de contacto y toques de queda, se mantiene la obligación de realizar trabajo remunerado y se deja a la discreción de los empresarios si continúan trabajando como antes, si obtienen un trabajo subvencionado de corta duración o si cambian la producción a métodos más rentables. En otros lugares, al menos las huelgas estallaron. En este país, el control de la pandemia termina en las puertas de las fábricas. En la línea de montaje y en otros lugares, donde no es posible la oficina en casa, la gente debe trabajar siempre que sirva para maximizar los beneficios y luego volver rápidamente a los panales de su familia, los sindicatos no escucharán nada más. Si bien las mercancías deben seguir circulando libremente y los trabajadores y trabajadoras migrantes de Europa oriental deben llegar a tiempo para que la economía no se derrumbe, los fugitivos se mantienen en campamentos, campamentos que garantizan la rápida propagación del virus y no aseguran una atención sanitaria adecuada.

Una crisis no solo reemplaza a la siguiente, sino que hace que los problemas desaparezcan. La crisis climática desaparece detrás del coronavirus. Las guerras y sus consecuencias también desaparecen. Y las razones de las guerras en cualquier caso. No está claro dónde terminaron las 10 000 personas que quedaron atrapadas en la frontera entre Turquía y Grecia. La UE, que está convirtiendo cada vez más estas fronteras en franjas de muerte, permanece impune. La preparación de pogromos en Hungría contra los romaníes y los sintis por parte de Orban y la derecha tampoco se observa. No hay reacción al uso del virus para establecer gobiernos autoritarios en contra de la constitución, como en Polonia. O la retención del poder por el corrupto presidente israelí. O para la consolidación del poder de Putin. A más tardar ahora debería reconocerse cuándo el gobierno y la economía confían en los expertos y la ciencia y cuándo no. ¿Por qué una pandemia puede desencadenar un programa de emergencia y medidas drásticas en todo el mundo, pero no el colapso del clima que ya está ocurriendo? Esta pregunta es transferible a todos los problemas globales.

En el caso de la destrucción del clima, que afecta a toda la humanidad al menos tanto como la pandemia, las advertencias y propuestas de los expertos han sido y serán en gran medida ignoradas. Porque una vacuna no es suficiente para combatir las consecuencias de la alteración del clima. El coronavirus es bastante diferente: no solo los expertos en salud encuentran oídos abiertos, sino que su enfoque médico para combatir la pandemia abre un nuevo campo de acción para los políticos. Se está salvando una economía asesina, un sistema mundial bélico y una orientación hacia el progreso y el crecimiento que tiene como objetivo destruir la tierra y la base de toda la vida con billones de dólares y euros, mientras que las protestas contra esto están siendo prohibidas por las autoridades sanitarias. Es el principio colonial según el cual se atribuyen diferentes valores a la vida humana. Cada año 100 000 personas mueren de malaria. El cambio climático ya está matando: cientos de millones de personas están muriendo de malnutrición o de hambre. Miles de millones de personas no tienen acceso a agua potable.

En esta nueva época, las fuerzas que quieren un cambio fundamental deben reorientarse y reposicionarse internacionalmente. Una agitación y superación de los comportamientos patriarcales, coloniales y capitalistas no es una cuestión de lujo, sino existencial.

Nunca nos acostumbraremos a lo que deberíamos acostumbrarnos

Volcano Group Shut Down the Power / Sabotage Digital Infrastructure

P.S.: Por un primero de mayo contra el colonialismo, el patriarcado y el nacionalismo.